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lunes, 8 de diciembre de 2008

MI HISTORIA GIST. PARTE 9A:

EPOCA DE NAVIDAD, EPOCA DE PAZ, EPOCA DE AMOR

Cuando la vida te presente razones para llorar, demuéstrale que tienes mil y una razones para reír.” Anónimo

Encontrándonos ya en casa, reunidos con mi hermano, abrimos la primera caja de Glivec en presentación de 400 mg que empezaría a tomar. JB empezó a leer en voz alta el plegable que viene dentro del medicamento, y no se si fue buena idea pero cada vez que avanzaba en su lectura, de las advertencias y precauciones especiales de uso, interacciones, efectos sobre la capacidad para conducir y utilizar maquinas, hacíamos pausa y en nuestra lógica analizábamos que efectos me podrían dar de los que estaban escritos. Pero cuando llegamos a la parte de las reacciones adversas notificadas en los estudios clínicos, mi ánimo bajo a su nivel mínimo, eran tantas las reacciones adversas que para mi era imposible que alguna de las descritas no me fueran a dar, infecciones, trastornos de sangre, trastornos del metabolismo, trastornos psiquiátricos, trastornos del sistema nervioso, trastornos oculares, trastornos del oído, trastornos cardiacos, trastornos vasculares, trastornos y mas trastornos, creo que ningún organismo normal quedaba por fuera de alguna reacción adversa, y vino a mi mente la historia del final de Sócrates, el sabia que en su copa estaba bebiendo la cicuta para acabar con su existencia, otra paradoja de mi vida, un medicamento con tantas reacciones adversas podía brindarme nuevas expectativas de vida.

Mi señora, mis hijos y mi hermano se miraban, y no atinaron a pronunciar palabra, no se encuentran frases para restarle importancia a lo que acabábamos de leer. Otra vez la vida me enfrentaba a otra prueba, pero en mi silencio pensaba, de tantos trastornos de esta quimioterapia adyuvante no habíamos leído nada acerca de trastornos capilares, y me dije: me podrá dar cualquier trastorno pero aparentemente no voy a perder mi cabello. De cualquier forma era la opción que tenía frente a mí, y la tomaba o la tomaba.

Afortunadamente era fin de semana, y en Colombia el siguiente lunes era festivo por lo tanto tendría tres días para asimilar los efectos secundarios del Glivec. Discutimos cuál sería la mejor hora para tomar el medicamento, y llegamos a la conclusión que sería en horas de la noche, después de la comida, ya que cualquier alteración que tuviera no afectaría mi trabajo del siguiente día pues tendría toda la noche para asimilar y si la reacción era fuerte pues podría ir a una clínica a recibir atención. Además mi vanidad no me permitía que mis compañeros de trabajo y mis subalternos me vieran tan golpeado, siempre he deseado que mi cáncer se vea como una gripa la cual estoy tratando, simplemente es eso una gripa. A veces, se encuentra uno con gente que comprende estas circunstancias en la que uno vive, pero también hay gente que no la entiende, pero así es la vida.

Esa noche, cenamos mas temprano que de costumbre, y diez minutos después de haber terminado la cena, con un vaso grande da agua ingerí mi primera dosis. Tome una actitud positiva, me decía: tienes que estar calmado, nada te va a pasar, y si algo sucede lo podrás manejar, repetía y repetía este estribillo como terapia de motivación. Mi hermano ya se había marchado para su casa, pero cada hora llamaba a mi señora para saber como estaba, si se requería su presencia, o en que podía ayudar, que como me veía, que si notaba algún cambio no dudara en llamarlo.

Al fin quede dormido, después de una semana de tanta tensión y de un viernes tan negro, cansado de transportarme de extremo a extremo de la ciudad, mi cuerpo no dio mas, y quedo rendido en la cama, hoy puedo decir, ha sido una de mis mejores noches desde que inicie con este proceso de la quimioterapia oral.

El sábado no salí de casa, me la pase en pijama leyendo, viendo televisión, escuchando música, lo que se requirió mi señora lo atendió, y afortunadamente para esos días no tuve ninguna reacción secundaría, solamente soltura intestinal. El domingo teníamos que salir a hacer las compras de los abarrotes para la casa, mi señora no quería que manejara, le daban nervios que manejando me fuera a dar alguna reacción adversa, pero en mi caso no fué ni ha sido así. Pasaron esos días, y no se si sicológicamente me empecé a sentir bien y mi dolor lumbar disminuyo, esa era mi impresión.

Naturalmente que el medicamento trae sus efectos secundarios, y yo no soy la excepción a ellos, pero estos serán tema de alguna próxima entrada de este blog.

Bogotá sueña. La ciudad por los niños. Melba Escobar

Omar Lanchero, 5 años

No me compraron el ponqué y ya cumplí años. Mi papá no tenía plata. Estoy en el colegio, lejos. Un sueño es dormir. Uno sueña que uno está en la casa. Cuando sea grande quiero tener una bicicleta grande. No me han comprado. Nadie me presta la bicicleta. Estoy acá porque yo quiero. Yo me vengo solo. Mi abuelita vende chorizos en la calle. Pero yo vengo solo. Ella me puede dejar. La casa de mi abuelita es cerquita. La mía es lejos. Cuando estoy almorzando me echan mucho almuerzo y me da mucho sueño. Me gustaría trabajar en lo que mi papá trabaja; él arregla todo. A mi abuelita, por ejemplo, se le daño una silla y mi papá se la llevó y la arregló. Arregló donde se ponen las ollas. El martilla. Yo quiero arreglar carros, grabadoras, chaqueta, bicicleta, todo. Casas, cachuchas, ropa, delantal, sillas, puertas. Nada más.

Plaza de Mercado Las Ferias/Barrio las Ferias Occidental/Localidad Engativá. Bogotá D.C. – Colombia.

“Que en esta navidad le podamos arrancar la sonrisa a un niño pobre”

gist.col@gmail.com


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