“Nada tan estúpido como vencer; la verdadera gloria está en convencer”
Víctor Hugo
Pasaron los meses de junio, julio, agosto, septiembre, octubre de ese año 2.006, y al final de cada mes, me sometía a los controles de rutina, exámenes de sangre y cita con mi oncólogo. Durante esos meses logré adaptarme a los efectos secundarios del Glivec, y me consideraba afortunado, ya que mi organismo manejó la dosificación y en ningún momento interfirió con mi diario vivir. Lo cual para mí era una gran ganancia.
Pero a pesar de este avance con la adaptación a la medicación, mi inquietud se centraba en la evolución del tumor, que estaría pasando internamente en mi organismo?, yo me sentía bastante bien, pero las indicaciones decían que no todos los organismos asimilaban el Glivec y podría no surtir efecto sobre la parte tumoral, en sea época se me hablo que únicamente el 70% de lo pacientes daban una respuesta positiva al tratamiento, y ese porcentaje me inquietaba ya que yo esperaba estar en el. Entendía que el Glivec no era una alternativa a la cirugía, y que más tarde que temprano, si así lo determinaban los médicos tendría que someterme a otra operación quirúrgica.
La tomografía por emisión de positrones (PET), prueba radiológica de última generación, podría dar información para descartar la existencia de metástasis ocultas. En Colombia hasta esa fecha ninguna institución médica efectuaba esta prueba, la Fundación Santa Fe de Bogotá hacía más de un año estaba en la implementación de la infraestructura para poder realizarla. Mi oncólogo el Dr. Carlos V. me sugirió hacerme esta tomografía, me acerque al Departamento de Medicina Nuclear, converse con su Director el Dr. Ucros, y me inscribí en un plan para hacer los primeros testeos de la prueba, y salí favorecido, y ese primero de noviembre, fui el segundo paciente que se practico un PET en la Fundación.
El resultado fue esperanzador, la masa había disminuido, y en el resto de áreas la captación fue normal. Por lo tanto, el Glivec estaba funcionando, y se decidió continuar con el tratamiento, haciendo controles rutinarios mensuales. Terminaría el año 2.006 con la tranquilidad de que le seguíamos ganando la batalla a mi GIST. La vida me daba la oportunidad de compartir otra Navidad con los míos.
Pero a pesar de este avance con la adaptación a la medicación, mi inquietud se centraba en la evolución del tumor, que estaría pasando internamente en mi organismo?, yo me sentía bastante bien, pero las indicaciones decían que no todos los organismos asimilaban el Glivec y podría no surtir efecto sobre la parte tumoral, en sea época se me hablo que únicamente el 70% de lo pacientes daban una respuesta positiva al tratamiento, y ese porcentaje me inquietaba ya que yo esperaba estar en el. Entendía que el Glivec no era una alternativa a la cirugía, y que más tarde que temprano, si así lo determinaban los médicos tendría que someterme a otra operación quirúrgica.
La tomografía por emisión de positrones (PET), prueba radiológica de última generación, podría dar información para descartar la existencia de metástasis ocultas. En Colombia hasta esa fecha ninguna institución médica efectuaba esta prueba, la Fundación Santa Fe de Bogotá hacía más de un año estaba en la implementación de la infraestructura para poder realizarla. Mi oncólogo el Dr. Carlos V. me sugirió hacerme esta tomografía, me acerque al Departamento de Medicina Nuclear, converse con su Director el Dr. Ucros, y me inscribí en un plan para hacer los primeros testeos de la prueba, y salí favorecido, y ese primero de noviembre, fui el segundo paciente que se practico un PET en la Fundación.
El resultado fue esperanzador, la masa había disminuido, y en el resto de áreas la captación fue normal. Por lo tanto, el Glivec estaba funcionando, y se decidió continuar con el tratamiento, haciendo controles rutinarios mensuales. Terminaría el año 2.006 con la tranquilidad de que le seguíamos ganando la batalla a mi GIST. La vida me daba la oportunidad de compartir otra Navidad con los míos.
ANTI-CANCER. UNA NUEVA FORMA DE VIDA
David Servan-Schreiber (psiquiatra). Francés
Observo en su libro un poso de amargura cuando dice que después del diagnóstico percibes que el mundo se divide en dos grupos, el de los vivos y el de los que van a morir de un momento a otro. ¿Así de crudamente lo vivió usted?
Cuando a uno le diagnostican un cáncer, le invade un miedo terrible porque tiene la impresión de que el resto de la gente le trata como si ya no formara parte del club de los vivos. En el trabajo, por ejemplo, percibes que ya no formas parte del club porque te dejan de asignar tareas; dejan de hablarte de lo que va a pasar en dos, tres o cinco años porque piensan que quizá no vayas a estar ahí. Así que cuando empiezan a no incluirte en los planes de futuro, la sensación que tienes es que se te ha acabado la vida. Y esto es algo muy difícil de asumir. Pero tú, curiosamente, tardas muy poco en darte cuenta de que en realidad sólo hay un club, y los que no tienen cáncer también van a morir, más tarde o más temprano. Darse cuenta de esto ayuda mucho a tolerar la idea de que puedes morir, y no lo ves injusto porque forma parte del contrato de la vida.
Respuesta a una de las preguntas que le realizó Milagros Pérez Oliva, en una entrevista para el Diario el País de España, en mayo del 2.008.
David Servan-Schreiber (psiquiatra). Francés
Observo en su libro un poso de amargura cuando dice que después del diagnóstico percibes que el mundo se divide en dos grupos, el de los vivos y el de los que van a morir de un momento a otro. ¿Así de crudamente lo vivió usted?
Cuando a uno le diagnostican un cáncer, le invade un miedo terrible porque tiene la impresión de que el resto de la gente le trata como si ya no formara parte del club de los vivos. En el trabajo, por ejemplo, percibes que ya no formas parte del club porque te dejan de asignar tareas; dejan de hablarte de lo que va a pasar en dos, tres o cinco años porque piensan que quizá no vayas a estar ahí. Así que cuando empiezan a no incluirte en los planes de futuro, la sensación que tienes es que se te ha acabado la vida. Y esto es algo muy difícil de asumir. Pero tú, curiosamente, tardas muy poco en darte cuenta de que en realidad sólo hay un club, y los que no tienen cáncer también van a morir, más tarde o más temprano. Darse cuenta de esto ayuda mucho a tolerar la idea de que puedes morir, y no lo ves injusto porque forma parte del contrato de la vida.
Respuesta a una de las preguntas que le realizó Milagros Pérez Oliva, en una entrevista para el Diario el País de España, en mayo del 2.008.
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